Así amenaza tu salud el aire contaminado

20 junio 2012. El Poder del Consumidor ha elaborado este expediente básico acerca de los riesgos asociados a la contaminación del aire en las ciudades de México. Es un tema que concierne al menos a 74 millones de mexicanos.

 

El costo de la contaminación en México

Se estima que entre el año 2001 y el 2005 murieron en México 38,000 personas por cáncer de pulmón, enfermedades cardiopulmonares e infecciones respiratorias relacionados con la exposición a la contaminación atmosférica, generada principalmente por automotores (Stevens et al., 2008).

Y que cada año ocurren 14,700 muertes asociadas a la contaminación del aire (WHO, 2012).

Por si estos datos no fueran suficientemente graves, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) señala que la contaminación atmosférica representó los mayores costos ambientales en México en el año 2009, al ubicarse en $520,300 millones de pesos, lo que representó el 4.4% del Producto Interno Bruto (PIB).

Diversos estudios han demostrado que la exposición crónica a la contaminación del aire se asocia con el incremento de problemas cardiovasculares y respiratorios, con diversos tipos de cáncer, con problemas del sistema nervioso, con nacimientos prematuros, retraso en el crecimiento intrauterino, bajo peso al nacer, síndrome de muerte temprana y mortalidad infantil.

Tras 20 años de acciones contra la contaminación del aire en las ciudades mexicanas, ya existen más de 80 redes de monitoreo atmosférico, sin embargo, sólo se han generado datos de manera consistente en tres zonas metropolitanas: Monterrey, Guadalajara y Valle de México. Es decir, solamente el 40% de la población mexicana puede conocer la calidad del aire que respira (INE, 2011).

Sin embargo, el riesgo para la salud ocasionado por la contaminación del aire no es exclusivo de las grandes metrópolis. La dinámica urbana en las ciudades con más de 200,000 habitantes suele generar concentraciones significativas de contaminantes en el aire.

Datos del INEGI indican que México cuenta con 72 ciudades con más de 200,000 habitantes. Ahí se concentran 74 millones de personas que podrán estar expuestas de manera crónica a la contaminación del aire (INEGI, 2010).

Dos factores contribuyen a mantener esa amenaza: desinformación y laxitud en la normatividad respectiva.

Por un lado, en México sólo el 40% de la población puede conocer la calidad del aire que respira, debido a irregularidades en el monitoreo y la información al público.

Por otro lado, las normas mexicanas para evaluar la calidad del aire son mucho menos estrictas de lo que recomienda la Organización Mundial de la Salud (OMS), de manera que aun cuando se lograra mantener la contaminación por debajo de los límites que establecen las normas mexicanas, eso no significaría que la población estaría protegida contra los impactos negativos de algunos contaminantes.

 

Los automóviles son los mayores generadores de contaminantes

Las experiencias de nuestro país y las de otras ciudades del mundo nos indican que para tener un aire menos contaminado es necesario mejorar la calidad de los combustibles, hacer más estricta la normatividad ambiental, reforzar los programas de inspección y vigilancia, y fomentar la sustitución de los automóviles particulares por otros modos de transporte, como el transporte público y los medios no motorizados.

De acuerdo con el ProAire 2011-2020, el rubro de los automotores no sólo es el mayor generador de contaminantes “criterio”, sino que además es el principal emisor de gases tóxicos. Por lo tanto, enfocar las acciones sobre este sector ofrece el mayor potencial para la obtención de beneficios por la reducción de emisiones.

A pesar de lo anterior, los gobiernos de las principales ciudades de México siguen promoviendo y construyendo obras que fomentan el uso del automóvil particular, como autopistas urbanas y vialidades elevadas.

Otro punto importante es el hecho de que desde el año 2006 se le han destinado recursos anuales a Petróleos Mexicanos para reducir los contenidos de azufre en el diesel, pero la empresa decidió no ejercer esos fondos, con lo cual ha violado desde enero de 2009 lo que establece la Norma Oficial Mexicana 086. Además, ese incumplimiento mantiene en condiciones de riesgo de salud a amplios sectores de la población mexicana y afecta la competitividad de varios sectores productivos.

 

Los contaminantes rebasan las normas mexicanas

En México, actualmente se miden los siguientes contaminantes: ozono (O3), dióxido de azufre (SO2), dióxido de nitrógeno (NO2), monóxido de carbono (CO), partículas suspendidas totales (PST), partículas menores a 10 micras (PM10), partículas menores a 2.5 micras (PM2.5) y plomo (Pb).

Cada uno de estos contaminantes cuenta con una Norma Oficial Mexicana (NOM) que define dos indicadores: uno de corto plazo para la exposición aguda y otro de largo plazo para la exposición crónica.

Una señal de riesgo para la población es la frecuencia con que esas normas son rebasadas por las concentraciones de contaminantes. Sin embargo, diversos estudios señalan que también puede haber afectaciones a la salud cuando las concentraciones de contaminantes son constantes, aunque no rebasen el límite indicado por las normas oficiales.

El Cuarto Almanaque de datos y tendencias de la calidad del aire en 20 ciudades mexicanas (2000-2009) publicado por el Instituto Nacional de Ecología (INE), reconoce que en la Zona Metropolitana del Valle de México (ZMVM) se observa una tendencia decreciente en las concentraciones de ozono, pero éstas aún se encuentran lejos de cumplir los límites que establece la Norma Oficial Mexicana (a pesar de ser una norma laxa). De hecho, es la región más afectada por este contaminante.

Además, el Cuarto Almanaque señala que la ZMVM no cumplió con ninguno de los límites de la norma oficial para partículas menores a 10 micras (PM10). En ese rubro, es la cuarta ciudad mexicana con las mayores concentraciones de ese contaminante.

La OMS calcula que si las concentraciones anuales de PM10 se redujeran a 20 μg/m3 (actualmente la normas mexicanas permiten 50 μg/m3), la mortalidad relacionada con la contaminación atmosférica se reduciría en 15%, aunque el riesgo no desaparecería del todo porque no existe un umbral “seguro” para las concentraciones de partículas en el ambiente (WHO, 2006).

Por otro lado, la medición de las partículas menores a 2.5 micras o micrómetros (PM2.5) todavía no se consolida en las redes de monitoreo que cuentan con el equipo para tal efecto. Estas partículas son muy importantes por ser mayores sus impactos negativos en la salud, sobre todo en relación con la mortalidad prematura (INE, 2011).

La OMS señala que la exposición a los contaminantes atmosféricos está en gran medida fuera del control personal, por ello se requiere que las autoridades públicas apliquen medidas a nivel nacional, regional e internacional (OMS, 2011).

 

Efectos de los contaminantes “criterio” sobre la salud

Los contaminantes del aire tienen distinto potencial para producir daños en la salud humana, dependiendo del tipo de contaminante, de las propiedades físicas y químicas de sus componentes; de su concentración y de la frecuencia y duración de exposición.

Diversos estudios demuestran que la exposición crónica a la contaminación del aire se asocia con el incremento de problemas cardiovasculares y respiratorios, como el aumento de ataques de asma (Samet y Krewski, 2007; Romieu et al., 2008); con algunos tipos de cáncer y con problemas del sistema nervioso (Curtis et al., 2006); con nacimientos prematuros, retraso en el crecimiento intrauterino, bajo peso al nacer, síndrome de muerte temprana y mortalidad infantil (Maisonet et al., 2004; Lacasana et al., 2005; Wigle et al., 2007; Kampa y Castanas, 2008), así como con crisis en la salud de niños con asma (Barraza et al., 2008; Hernández et al., 2009; Rojas-Martínez et al., 2007; Escamilla et al., 2008).

Las partículas de un diámetro superior a 10 micras o micrómetros son filtradas por la nariz y deglutidas, en tanto las partículas de 3 a 10 micras (PM10) de diámetro se depositan principalmente en la tráquea y los bronquios alterando la respuesta inflamatoria de los alvéolos, lo que se asocia con la pulmonía viral en los niños (Quénel et al., 2003).

En el ProAire 2011-2020 y en un estudio realizado por el Instituto Nacional de Salud Pública (Riojas-Ramírez, H., 2009; Riojas et al., 2009) se indica que si el promedio anual de PM10 cumpliera cabalmente la norma actual mexicana de 50 μg/m3, se evitarían cada año 400 muertes de corto plazo en la Zona Metropolitana del Valle de México. Más aún, si se cumpliera con la norma europea de 40 μg/m3 se evitarían cerca de 1,000 muertes prematuras sólo en la ZMVM. Y si la reducción de los contaminantes llegase hasta los niveles establecidos por la OMS y la Agencia de Protección Ambiental de California (CARB-EPA), esto es, a los 20 μg/m3, se podrían evitar 2,300 muertes al año.

Las partículas menores a 3 micras (PM2.5) llegan a los alvéolos y favorecen el proceso de inflamación pulmonar (Quénel et al., 2003; Romieu y Korc, 2002). También se presentan cambios inflamatorios en el organismo, que afectan la coagulación de la sangre y pueden obstruir los vasos sanguíneos, provocando angina o infarto al miocardio (Kampa y Castanas, 2008).

Una exposición crónica al ozono reduce la función pulmonar y provoca síntomas respiratorios como tos, flemas y sibilancias (sonidos agudos). En el caso de personas con padecimientos respiratorios, puede agravar el asma, el enfisema y el cáncer de pulmón (ProAire 2011-2020).

En la ZMVM, los niveles de ozono nunca han cumplido con los límites definidos por la NOM desde que inició el monitoreo sistemático de la contaminación del aire en 1986. Durante los primeros años de la década de los 90, los niveles de ozono alcanzaron los máximos históricos en la ZMVM, al registrar concentraciones de hasta cuatro veces el valor de la norma de 0.110 ppm (ProAire 2011-2020).

El monóxido de carbono (CO) puede afectar las funciones mentales y el estado de alerta aunque la exposición sea a bajas concentraciones, porque reduce la disponibilidad de oxígeno; también puede alterar el funcionamiento de diferentes órganos, especialmente el cerebro y el corazón por ser más sensibles (Kampa y Castanas, 2008). La concentración de monóxido de carbono en el ambiente tiene relación directa con la cercanía a las vialidades primarias y secundarias que cruzan las ciudades y la cantidad de vehículos que en ellas transitan.

La exposición al dióxido de nitrógeno (NO2) provoca irritación de nariz y garganta, seguidos de bronco-constricción y disnea (dificultad para respirar); estos síntomas se tornan agudos en individuos asmáticos. La exposición crónica a este contaminante puede disminuir las defensas contra infecciones respiratorias (Kampa y Castanas, 2008).

La respuesta del organismo a concentraciones elevadas de dióxido de azufre (SO2) se manifiesta con síntomas como tos, irritación de nariz y garganta, seguidos de bronco-constricción y dificultad para respirar; estos síntomas se ven agravados en individuos asmáticos o si la exposición se da en combinación con ejercicio físico (Quénel et al., 2003; Kampa y Castanas, 2008).

 

Acciones necesarias para combatir la contaminación

Según el ProAire 2011-2020, los automóviles particulares son uno de los principales generadores de contaminantes “criterio” y también el mayor emisor de contaminantes tóxicos y de gases de efecto invernadero. Por lo tanto, este sector ofrece el mayor potencial de beneficios en una estrategia para reducir emisiones. En otras palabras, lograr disminuir las emisiones contaminantes dependerá en gran parte de la eficacia de las acciones emprendidas para que la población use menos los automóviles.

Sin embargo, el combate a la contaminación del aire dependerá, principalmente, de la actualización de las normas mexicanas que establezcan límites más estrictos para los contaminantes. El ajuste de las normas mexicanas a un límite más cercano al que propone la OMS, permitirá ajustar otros programas y estrategias contra la contaminación a nivel local, incluyendo la disminución del número de automóviles particulares y la mejora en la calidad de los combustibles.

 

Bibliografía

INE (2011), “Cuarto almanaque de datos y tendencias de la calidad del aire en 20 ciudades mexicanas (2009-2020)”. Disponible en: http://www2.ine.gob.mx/publicaciones/libros/652/ebook/cuarto_almanaque.html

INEGI (2010), Cuéntame de México. Información por entidad. Disponible en: http://cuentame.inegi.org.mx/monografias/informacion/zac/poblacion/default.aspx?tema=me&e=32

INEGI (2011), Cuentas económicas y ecológicas de México, 2005-2009. Disponible en: http://www.inegi.org.mx/prod_serv/contenidos/espanol/bvinegi/productos/derivada/economicas/medio%20ambiente/2009-09/SCEEM2005-2009.pdf

OMS (2011), Calidad del aire y salud. Datos y cifras. Disponible en: http://www.who.int/mediacentre/factsheets/fs313/es/

ProAire 2011-2020 (2011), Programa para mejorar la calidad del aire de la Zona Metropolitana del Valle de México 2011-2020. Disponible en: http://www.sma.df.gob.mx/proaire2011_2020/

Riojas H., Alamo U., Texcalac J., y Romieu I. (2009), “Estado del conocimiento sobre los efectos en la salud asociados a la contaminación del aire en la población de la Zona Metropolitana de la Ciudad de México”, INSP.

Stevens, G.A., R.H. Dias and M. Ezzati (2008), “The effects of 3 environmental risks on mortality disparities across Mexican communities”. Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States of America. 105[44]: 16860-16865

WHO (2012), World Health Organization. Global Health Observatory Data Repository; Burden of disease; deaths, 2008. Disponible en: http://apps.who.int/ghodata/?vid=34300

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